Al relatar sus experiencias, muchos mĂsticos se refieren a una luz que ilumina con fuerza su interior. Es una gracia que no resulta rara teniendo en cuenta que "Dios es luz" y que Jesucristo se definiĂł como "la luz del mundo".
El resplandor de la TransfiguraciĂłn brilla en el interior de mĂsticos antiguos de la Iglesia Oriental, como san SimeĂłn el Nuevo TeĂłlogo o san Gregorio Palamas, al igual que en los Padres de Occidente âsan AgustĂnâ y mĂĄs prĂłximos a nosotros las bellas narraciones de santa Hildegarda de Bingen y de santa Teresa de JesĂşs que invitaba a los orantes a no verse vacĂos por dentro porque en lo mĂĄs profundo de nosotros, en la morada mĂĄs interior, estĂĄ el "sol de donde procede una gran luz".
Todos los mĂsticos que tuvieron esta experiencia pusieron los medios para hacer ese viaje interior y dejar emerger y recibir la luz de Dios. En la medida en que nos dejamos invadir por esa luz podemos acercarnos cada vez mĂĄs para vivirla con mĂĄs intensidad y para reflejarla en nuestros rostros y acciones.