Sobre los frĂos hielos los pingĂŒinos se reĂșnen y comparten durante el dĂa; menos Miguel, que se aparta de sus pares, avergonzado de sus enormes pies. Miguel pasa los dĂas solo, triste y ensimismado, hasta que un dĂa descubre que sus pies pueden hacer cosas asombrosas y que Ă©l es igual a cualquier pingĂŒino de la colonia.