Si hay algo que nos ha mostrado la pandemia, es la fragilidad de las bases sobre las que creíamos que se sostenía nuestro mundo y las profundas crisis sociales y ecológicas que estaban presentes desde hace tiempo pero que, por diversas razones, éramos incapaces de abordar en profundidad.
Nos encontramos frente a una realidad que nos muestra la necesidad de reconectar el vínculo del ser humano con la naturaleza. Es decir, de reestablecer un vínculo que se ha perdido. Un primer paso es reflexionar en qué se sustenta ese vínculo. Así, nuestra disposición hacia el cuidado o el aprovechamiento de la naturaleza encuentran sus bases en una visión del mundo que sustenta y rige nuestro modo de ser y obrar. Otro paso será el de comprender que para restaurar un vínculo se necesita una relación de cercanía, donde el contacto real y directo con la naturaleza se vuelven clave.
En esta tarea la educación ambiental tiene mucho que aportar. La crisis socio-ecológica, la reflexión acerca de sus causas últimas y la necesidad de restaurar los vínculos entre humanidad y naturaleza plantean retos específicos que la educación ambiental deberá abordar.