Cada vez es más necesario dirigir la atención a la complejidad del sistema simbólico que une a los habitantes de las casas con las ciudades a través de una fructuosa comparación entre conocimientos arquitectónicos, urbanísticos y psicoanalíticos. Arquitectos, urbanistas y psicoanalistas pueden enriquecer sus competencias específicas, asumiendo otros vértices de observación, para llegar a una visión general de la relación entre recursos, individuo y territorio y, por tanto, a una sostenibilidad psicológica y ambiental que favorezca el bienestar del ser humano. El tratamiento del sufrimiento mental por parte de los psicoanalistas y la investigación sobre el medio ambiente por parte de los arquitectos y urbanistas, pueden encontrar buenos niveles de integración en el marco de proyectos de colaboración, convergiendo en una visión común de la dimensión habitacional, en la que se sitúa el complejo y articulado tejido de necesidades biológicas y funciones simbólicas que da origen a una determinada disposición, partición y utilización de los espacios. Espacios públicos y privados: los barrios, las casas, las escuelas, los museos, las cárceles, los hospitales, las comunidades terapéuticas, pero también las consultas de los psicoanalistas, es decir, los contenedores de nuestra existencia.