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La luz no se extingue

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En un reportaje en el 2003, le preguntaron a Fernando Hinestrosa: ¿Qué deudas pendientes tiene con la Universidad? Respondió: "La historia del Externado". En aquella ocasión se le indagó, además, sobre su visión del futuro de la Universidad Externado de Colombia y al respecto indicó: "Fiel a su espíritu de nacimiento y de siempre. Independiente, altiva, libertaria, democrática, solidarista, exigente académicamente, éticamente intransigente. Formadora de ciudadanos plenos, autónomos, con fe en una patria civilizada e igualitaria. Prestante, respetada dentro y fuera del país, a la vanguardia en la calidad, en la innovación, en el descubrimiento y el estímulo de vocaciones de docentes e investigadores, en la percepción de las necesidades del país en materia de formación profesional y el hallazgo de respuestas acertadas". En tales palabras palpita la esencia del Externado, su solidez y su porvenir, fundados en el propósito inicial que se recoge en su historia y se renueva con la fidelidad al origen. Esto es más cierto aún si se considera que los desafíos a los que se enfrentó el Externado en su fundación y a lo largo de sus primeros años no han sido superados por la sociedad en el siglo XXI. El espíritu reaccionario acecha y las conquistas de la humanidad, en ámbitos como las libertades públicas, la ciencia y el conocimiento, se desvanecen y de nuevo es deber luchar por ellas. Es el reto de mantenerlas, vivificarlas, fortalecerlas, para darles perdurabilidad. Se trata de no claudicar frente al compromiso que adquirió Nicolás Pinzón Warlosten en 1886 al asumir, como bien lo señaló uno de sus alumnos, "la responsabilidad universitaria de la democracia". Lo hizo con ahínco, sin arredrarse, sin pedir permiso, con el respaldo Fernando Hinestrosa. El último caballero radical. Reportaje de Miguel Méndez Ca macho, Bogotá, Universidad Externado de Colombia. 2003. p. 59. de un temple inquebrantable, forjado en la razón y la educación, como el que cristalizó en el primer Externado, cuando para todo se debían hacer venias y genuflexiones a los poderes eclesiástico y civil ante los que no se inclinó. Los primeros nueve años del Externado fijaron una impronta, una tradición, unos ideales, que constituyen la luz que no se extingue, Lux non occidat, como se plasmó en el escudo de los "hijos mayores", aquellos graduados que obtenían el carácter aportado no solo por el título, sino a través del paso por sus salones de clase en los que se formaron como librepensadores, individuos autónomos, garantes del esfuerzo propio pero solidario, respetuosos de las diferencias. Nació, además, el Externado en medio de las tinieblas pero con la confianza en superarlas: Post tenebras spero lucem, voz latina que se adoptó en el escudo de sus "hijos menores", quienes ingresaban a la casa de estudios para ver la luz del conocimiento y por esa vía ayudar a disipar el oscurantismo en el que había caído el país. La quijotada de Pinzón Warlosten es real: ¿Cómo fundar un establecimiento de educación, un "instituto libre" como se lo caracterizó, en momentos en los que todas las adversidades contrariaban ese tipo de iniciativas? ¿Por qué se la jugó por un plantel de educación en el que "los principios fundamentales, el criterio científico y las aplicaciones prácticas" constituían sus atributos?, y esto en tiempos en los que la educación en el país retornaba a la tomística, a la ley natural, a la fe derivada del dogma católico, por supuesto, en claro entronque con la política del conservatismo. ¿Por qué y cómo defender las ideas liberales en momentos en los que con violencia se las proscribía? Precisamente tal fue la opción del fundador y de los liberales radicales que se sumaron a su proyecto, profesores y estudiantes así como familias que confiaban en el Externado, desalentados por el fanatismo político que guerra tras guerra acrecentaba el estéril derramamiento de sangre.