La "mano" ha sido sinónimo de la habilidad femenina y de su don de transformar lo crudo en cocido. Es por ello que este libro pone en escena una faceta poco conocida de Marguerite Yourcenar: su afición a la cocina, su estilo culinario, y la comensalidad que brindó con recetas cuidadosamente registradas, y aderezadas con yerbas y especias cultivadas por ella en el huerto de Petite Plaisance, su casa de Mount Desert Island en Estados Unidos. Ponemos el acento en la figura de "la mano", en sus acepciones de "persona que ejecuta una cosa", "corrección de una obra", "habilidad, destreza" que bien pueden aplicarse a su genio de escritora como a su afición por la cocina. Es "su mano" la que se moviliza inscrita en las letras y en las sustancias e ingredientes de los platos que prefería y que ofrecía, la misma mano que hizo posible libros, también produjo preparaciones degustadas en la intimidad de su comedor o en su terraza en tiempos de fiesta o de simple ejercicio de la amistad.