El autor nos conduce por terrenos variados: los textos literarios y didácticos, los nombres propios, las imágenes y las obras de arte; y en todos esos terrenos, nos descubre el modo en que esta historia simbólica de los animales y los vegetales, de los colores y de las imágenes, de los signos y de la heráldica, lejos de oponerse a la realidad social, económica o política, es uno de sus componentes esenciales: el imaginario -dice el autor- siempre es parte de la realidad.