Dado el papel relevante que ocupa la Biblia en la formación del cristianismo, por entender que a través de ella Dios se comunica con los seres humanos, es necesario tener una visión diáfana de su contenido, así como de su diversidad. Por ese motivo, en tiempos de gran confusión teológica como los que nos toca vivir, en los que surgen con profusión "profetas" y "apóstoles" de muy diversos credos, que se presentan como intérpretes de Dios en base a una lectura subjetiva de la Biblia, el autor reivindica una teología cristocéntrica, que se apoye en dos axiomas esenciales. 1) Un Dios inmaterial creador de la materia en todas sus manifestaciones; y 2) Jesucristo como Palabra de Dios encarnada.
Este convencimiento lleva a defender la necesidad de aproximarse a la Biblia mediante una relectura capaz de extraer de ella la enseñanza que encierra, para lo cual es preciso separar el grano de la paja, es decir, hay que saber priorizar unos textos con respecto a otros, aprendiendo a identificar los mitos y leyendas con los que frecuentemente se arropan determinados mensajes, dándoles un tratamiento diferente al que se da al contenido básico de la revelación divina. Y éste es el propósito de este libro, compuesto por veinticinco historias bíblicas sometidas a una reflexión serena, haciendo uso de la enseñanza que brindan tanto las ciencias naturales como las sociales, sin perder de vista las ciencias bíblicas y, por otra parte, sin desviarse en ningún momento del magnetismo que supone saber que nos encontramos ante un libro, la Biblia que, al menos un tercio de la población mundial afirma que pone al ser humano en comunicación con Dios. El tema se desarrolla con un lenguaje sencillo, capaz de hacerse comprensible fuera del ámbito profesional de la teología.