Nadie sabe cuándo sucederá ni a qué muchacha decidirán conquistar, pero sus designios son sagrados.
Erin Erenson está a punto de cumplir los veintiún años. Sin embargo, en un mundo como el que habita, no proceden las felicitaciones.
Los Señores de la Sorpresa «conquistan» a las muchachas para dotarlas de su favor y así ayudar a sus familias a encontrar un buen marido para ellas. Pero, si alguna joven alcanza la edad establecida sin haber recibido la visita de ningún Señor de la Sorpresa, es repudiada por su familia y considerada como un monstruo por el resto de la sociedad. No en vano, esa es la palabra que queda grabada en su piel como símbolo de la maldición.
Cuando Erin cruce la barrera, estará sola en el mundo; expuesta a aquellos que, hasta entonces, había considerado como sus iguales. Expuesta a violencia y depravación. Sea cual sea el delito, su agresor quedará impune.
Pero Erin cree en la libertad que le inculcó su tía, repudiada antes que ella; cree en su capacidad de elección y en las oportunidades que puede brindar un mundo sin «conquistas», marcas o Señores de la Sorpresa... Y, como cree en ello, elegirá.