"El dĂa que el pintor le habĂa indicado a Martina que fuera al arroyo para decirle quiĂ©n iba a ser la prĂłxima vĂctima se acercaba, y eso le producĂa a la analista una marcada irritaciĂłn, pues los minutos parecĂan ir socavĂĄndola en lo profundo. SabĂa Ăntimamente que esa revelaciĂłn le traerĂa certezas sobre ciertas dudas; sin embargo, ante tamaño desafĂo, emergĂa aĂșn conduciendo con cuidado su egocentrismo y su secreto, ya que, a efectos de lo que el extraño iba a develarle, dependerĂa si seguir considerĂĄndolo como tal".
PĂĄrrafo de un pasaje de la novela donde cada encuentro asume un peldaño mĂĄs de peligrosidad en los anaqueles de la mente. Y allĂ, cual sentencia, los influjos abstractos, aunque arbitrarios, de Los cuadros de la muerte.