Si por algo Lichtenberg ha pasado principalmente a la historia es por sus aforismos. Aunque, por raro que parezca, no llegó a enterarse de que los escribÃa, pues se limitaba a trazar ideas en lo que llamaba «cuadernos borradores»: ideas que, con toda la felicidad del mundo, nunca acababa de completar.
Con Lichtenberg podemos, sin darnos cuenta, aprender a pensar, y a reÃr por nosotros mismos. Creador de grandes y cómicas miniaturas portadoras de epifanÃas, fundó, con la ayuda de Sterne, la risa contemporánea. Siempre espoleado por su enérgica curiosidad, fue también un sempiterno profesor de matemáticas, hipocondrÃaco, gran bebedor de vino, precursor del psicoanálisis y también del positivismo lógico, del neopositivismo, de la filosofÃa del lenguaje, del surrealismo y del existencialismo. De ahà la vigencia absoluta de sus aforismos.
• Os entrego este librito como un espejo para que os observéis vosotros mismos, no para que observéis a otros como unos impertinentes.
• ¿Creéis acaso que el buen Dios es católico?
• La gente que nunca tienen tiempo es la que menos cosas hace.
Los aforismos de Lichtenberg combinan un agudo sentido del humor y de la ironÃa con un especial talento para jugar con el lenguaje y las etimologÃas. Sin embargo, lo más seductor de su obra es la rica imagen que nos ofrece del hombre enfrentado a su soledad y la modernidad de los planteamientos acerca de la ardua dificultad de los seres humanos para comunicarse entre sÃ. Una obra considerada como fundamental en la literatura alemana.