Los personajes vistos y presentados por Enrique Labrador Ruiz viven su propia vida independientemente de los posibles designios del novelista y de los gustos, principios y prejuicios del lector. Sorprendente técnica de lo disímil. Las innovaciones de su técnica narrativa, su diestro empleo del lenguaje popular sin propósitos miméticos, la pródiga creación de ambientes y personajes de diversos estratos de nuestro país, unido a un estilo refinado, cuajado en una gracia barroca que no desdeña el desgarro quevedesco, ofrecen, con el sabio adobo de una socarronería y malicia bien criollas, los aportes fundamentales que a las letras hispanoamericanas ha hecho este escritor.