Muchos docentes silencian que enseñan con miedo. Miedo a intervenir y a quedar desautorizados. A ser juzgados por las familias, los estudiantes o por sus propios equipos. A sostener una clase sin perder el vínculo ni ceder a la tensión.
En escuelas atravesadas por desigualdades, neurodivergencias, reclamos y emociones intensas, se ha vuelto un desafío urgente ejercer la autoridad pedagógica sin renuncia ni autoritarismo. ¿Cómo poner un límite que no humille? ¿Qué significa sostener la palabra sin imponerla? ¿Cómo acompañar sin absorber? ¿Y cómo enseñar sin dejarse llevar por el miedo ni por el automatismo?
Este libro no ofrece fórmulas. Pero sí habilita preguntas, escenas, estrategias y reflexiones para pensar la autoridad como un vínculo que se construye y se cuida cada día. En la mirada que aloja. En el límite que contiene. En la norma que se revisa. En la ternura que no se retira. Con una escritura clara y profundamente pedagógica, el texto invita a recuperar el deseo de enseñar como acto político y ético. Y a pensar la escuela como una comunidad que educa desde el cuidado, la palabra y la responsabilidad compartida.














