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PRESENTACIÓN El año 2020 ha presentado extraordinarios desafíos de

alcance global en materia sanitaria y ha probado fehacientemente los efectos

negativos que las actividades humanas generan sobre el entorno natural y la

supervivencia humana. La fragilidad de la salud y de la vida de nuestra

especie ha puesto de presente la dependencia absoluta del hombre frente a la

naturaleza y la necesidad de actuar entendiendo que las afectaciones que

generemos al entorno natural pueden causar impactos inconmensurables al ya

maltrecho equilibrio natural.

Si examinamos el origen de la nueva cepa de coronavirus

encontraremos que expertos identifican el origen del virus en el consumo de

murciélagos o pangolines (Goodwin, 2020), especies traficadas de manera ilegal

y que de ninguna manera deberían ser utilizadas para fines consuntivos; en el

caso de los pangolines, nos estamos refiriendo a especies calificadas en la

lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN,

por sus siglas en inglés), organización que indica que los pangolines "son

los mamíferos salvajes más comercializados ilegalmente en el planeta", su

carne es un plato de lujo y sus escamas se usan en la medicina tradicional

asiática (IUCN, 2019). El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, 2020) explica

que la pérdida de filtros de agentes patógenos en la naturaleza aumenta la

probabilidad de que los virus pasen directamente a los humanos, y existe prueba

científica de que cerca del 70% de las enfermedades humanas en los últimos

cuarenta años han sido transmitidas por animales salvajes, el ébola, el sida,

el SARS, la gripe aviar, la gripe porcina y el covid-19 son ejemplo de ello;

por tanto, conservar el equilibrio, frenar la extinción de especies y

resguardar los ecosistemas naturales son acciones urgentes si queremos evitar

nuevas pandemias.



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