Es imposible que escapemos por nosotros mismos del abismo de pecado en que estamos sumidos⌠JesĂşs viviĂł, sufriĂł y muriĂł para redimirnos. El corazĂłn de Dios suspira por sus hijos terrenales con un amor mĂĄs fuerte que la muerte. Aprovechemos los medios con que se nos ha provisto para ser transformados conforme a su semejanza y restituidos al compaĂąerismo con los ĂĄngeles ministradores, a la armonĂa y comuniĂłn con el Padre y el Hijo.