La sustancia primordial del universo, la que da forma a todo lo que somos y sabemos y se manifiesta a través de la energía, la materia, el espacio y el tiempo, no es más que información codificada. Bits.
A lo largo de toda nuestra vida acumulamos información, desde que somos concebidos hasta que morimos y desaparecemos. Un proceso acelerado en la actualidad merced a los dispositivos informáticos. Transmitimos en vida la información contenida en las moléculas de ADN, mediante la reproducción. Tras la muerte, liberamos, a través de los procesos de descomposición orgánica y química, la información que ocultan el resto de nuestras moléculas. Hasta hay quien cree que la información íntima, almacenada en nuestra consciencia, no se dispersa caóticamente, sino que se preservará en el universo, en algún formato cuántico aún desconocido por la ciencia.
Los seres vivos somos entidades generadoras de información. Por este motivo, algunos destacados físicos avanzan la hipótesis de que la función esencial de la vida, la razón de nuestra existencia, sea probablemente contribuir al mantenimiento del acervo informativo del universo.
José Enrique Campillo presenta y desarrolla, de manera asequible, los argumentos que probarían que la información es el origen y el manual de instrucciones de todos los elementos que conforman la realidad, la vida y la consciencia. Todo es información, o, como afirmó el eminente físico teórico norteamericano John Archibal Wheeler: «Todo es bit».