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Historia general del martirio

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La mayorĂ­a de los documentos conservados en la Real Academia de la Historia relacionados con el perĂ­odo de la evangelizaciĂłn de JapĂłn por parte de los misioneros europeos se dedican a los martirios que tuvieron lugar en el JapĂłn de la Ă©poca. Gracias a estos registros, el autor ha abordado en profundidad su estudio sobre el martirio y los mĂĄrtires japoneses de los siglos XVI y XVII.

La evangelización en Japón se inició a mediados del siglo XVI bajo el liderazgo de Francisco Javier. La pronta aceptación de la religión procedente de la Península Ibérica hizo temer al gobernado Toyotomi Hidyyoshi, que decidió la expulsión de los sacerdotes. Para entonces, el cristianismo había encontrado ancla en tierra nipona: en pocas décadas, Japón albergaba doscientas iglesias y decenas de miles de cristianos.

Esta obra analiza los documentos relativos a los martirios de los fieles japoneses durante los siglos XVI y XVII y permite comprender que el espíritu del cristianismo arraigó profundamente sobre el suelo japonés.

Bajo la polĂ­tica prohibicionista hacia el cristianismo, los cristianos japoneses tenĂ­an dos alternativas. La primera: profesar el budismo tras apostatar. La segunda, morir en el martirio si no abandonaban pĂșblicamente la fe cristiana.

En este sentido, los misioneros europeos inculcaron en los fieles japoneses el espĂ­ritu del martirio a travĂ©s de algunos libros sobre la historia de los santos mĂĄrtires que habĂ­an muerto en Europa en la antigĂŒedad. Numerosos cristianos japoneses eligieron, entonces, el camino del martirio. AsĂ­, en lo concerniente al martirio, JapĂłn presentĂł ciertas analogĂ­as con la situaciĂłn de persecuciĂłn y muerte de los primeros cristianos en el Imperio romano.

Los martirios iniciados en 1614 movieron a los cristianos japoneses a mantener sus creencias religiosas en la clandestinidad para, sin renunciar a su fe, no perder la vida. Los «cristianos ocultos» se hacían pasar por budistas para evitar ser detenidos por las autoridades, y lograron establecer organizaciones secretas para la celebración de misas y el rezo de las oraciones. De este modo, la fe cristiana permaneció viva en Japón pese a su persecución, hasta 1865, fecha del «descubrimiento» de los cristianos de Nagasaki en la catedral de Oura.