Los cielos de Curumo es una narración dispuesta a modo de castillo de naipes en la que se mezclan y ensamblan las vidas de cinco amigas, el perfil urbano de Caracas, la lluvia incesante, la urgencia de los animales carroñeros, el mal que corroe y los signos de la decadencia de un país que no supo ver lo que se le venía encima.
Chirinos es un cuentista despiadado. Su escritura se muestra aquí en todo su esplendor: cruda, poco compasiva y no por ello menos luminosa. Su análisis del poder es certero porque no rehúye su sordidez, nada le concede a la mesura.
Su maestría en el uso del lenguaje y de las técnicas narrativas apabulla. El que lea a Chirinos no se sorprenderá recordando a José Balza, al primer Vargas Llosa, a Céline, a Faulkner o al Cepeda de La casa Grande. Son los maestros que parecen alumbrar esta prosa.