Poner nombre a revelaciones vespertinas, apagar incendios en el pecho, restañar heridas producidas por el mundo cuando este se quiebra, convertirse en nube, seguir oyendo la voz de los padres… de estas necesidades surge este Bestiario del deseo.
Dividido en tres secciones, Bestiario, Deseo y Pecios, el de Juana Gallardo es un poemario de la sencillez y de lo efímero, tanto en la naturaleza como en la cultura. Numerosas son las referencias a autores y mitos, que se entrelazan con las de un mundo natural hacia el que la autora se muestra especialmente sensible: una naturaleza que es capaz de transformar en una sola noche "su soledad en flores y el silencio en miles de riachuelos que nadie esperaba". Si el campo es capaz de todo eso, dice, ¿cómo no vamos a ser capaces las personas de darle sentido a la vida y al mundo?
Aunque "la esperanza es pequeña", como admite en un poema, es suficiente para contradecir al filósofo que sostuvo que, después de Auschwitz, no es posible la poesía. El convencimiento que transmite este poemario es "que después de esta guerra/habrápoesía". De cualquier guerra.