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Contrabando, poder y color en los albores de la República: Nueva Granada, 1822-1824

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El 22 de junio de 1822 no sería un día que Antonio Nariño y Ortega, hijo del prócer, olvidaría pronto. Debió leer una y otra vez la boleta de prisión librada a su nombre: "El Sr. Antonio Nariño pasa arrestado á la sala de visita de la carcel pública de esta Ciudad por sospecha de haber falsificado el marchamo1 de los tercios depositados en esta aduana. Mompox junio 22 de 1822. 12- Remigio Marquez, teniente coronel comisionado".2 Los datos proporcionados por esta papeleta no dejan de intrigar: un ciudadano ilustre habría alterado un documento de aduana y estaba encarcelado por ello; un comisionado, el militar Remigio Márquez, era el origen de la medida; los hechos estaban ocurriendo en Mompox, puerto sobre el río Magdalena, a medio camino entre la costa y el interior de la Nueva Granada. Había, pues, en la Aduana de esta ciudad fluvial un enviado oficial encargado de vigilar el contrabando y capaz de poner tras las rejas a un ciudadano importador de mercancías, de quien se sospechaba, ni más ni menos, por fraude. El caso es insólito y, por ahora, basta decir que estos ingredientes motivaron la investigación que emprendí para averiguar lo que había sucedido. Podría tratarse tan solo de una anécdota: el hijo de un precursor en la cárcel por presunta adulteración de documentos aduaneros. Pero el incidente tuvo al menos dos efectos que abren increíblemente el espectro y, además, estuvo acompañado de al menos otro episodio que, al entremezclarse con él, hizo crecer extraordinariamente el problema.