Escritura significante no es más que la aurora que posibilita la salida del sistema del régimen de la representación –que se le ha designado a la escritura–, a partir de conceptos como arte del discurso, condición de saber, decisión de escritura, efecto de la palabra, oficio del tejedor. Cuando se ha entendido esta relación en el devenir, se da uno cuenta que sería injusto marcar una acusación de círculo vicioso, pues el valor de la escritura invita a su acto inmanente y provoca el deseo, tanto como la producción. Por esto decimos que no es carencia, sino que se requiere de un proceso de investigación desde la misma escritura y desde los síntomas manifiestos del sujeto. El libro Escritura significante, en vez de enseñar, evoca. Si la decisión del lector es leerlo, impulsa y anima. Aquí la lectura permite entender la relación, el encuentro, el contacto, entre individuos. En el texto podemos vivir acontecimientos de extrañeza y sorpresa, alegría y protesta, soledad y conciencia; todos, salvo ilusiones de una continuidad dada. Si en efecto entendemos el sentido de escritura significante, no podemos leer significante desprovisto de una acción renovadora ni producir una fusión de la idea lingüística con la idea epistemológica. El proceso de reanudación del término significante pasa por la diferencia de los instantes conscientes, por la diferencia entre una "lectura trópica" y una lectura elaborada.