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la Facunda

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Un texto cuyo "protagonista" es en primera instancia el lenguaje. Ante todo porque las referencias se desdibujan escamoteadas en los decires sobre el acontecer, en las versiones desencontradas de las voces alternantes que lo enuncian. Y además porque el discurso rebota sobre sí, articulando ritmos donde los efectos sonoros se dan, pero con mayor insistencia los que aporta la sintaxis frástica recurrente y los retornos léxicos. La negación pauta también cortes léxicos y entonacionales, buena parte del período (sólo hay un punto final), la estructura de frase se retoma a sí misma autocorrigiendo su contenido, o si no ampliando su referencia: sintaxis en caracol, y recurrencia de menciones (nombres propios, lugares, la iguana), que más que "clarificar" sentido lo que hacen es multiplicarlo, dispersándolo en variadas direcciones. Barroquismo, según comentaria Sarduy, de sobrepuestos referenciales que enmascaran por multiplicación una anécdota nunca contada con inmediata explicitez. Una tema que podría haberse prestado para un cómodo brochazo de costumbres, más o menos realista, pasa a ser todo lo contrario por lo que diijimos, porque se justifica ante todo por su propia "música": la escena pueblerina se ha realizado como aventura de la palabra –quiero decir, "poéticamente"-. (Mientras tanto no se renuncia a brochazos de "realismo mágico" lugareño: la Mechuda como personaje mítico-fatídico.) Y un discurso que además empieza varias veces, autocorrigiéndose, y ¿se cierra? habiendo apenas empezado. Pero a su vez cada recomienzo discursivo remite a ese "empezar" del episodio referido ("fue Giorgio que empezó", etc.), con lo cual este episodio pasa a metaforizar la enunciación misma del texto: que trabaja sobre sus propios recomienzos, y sobre los efectos de retorno rítmico comentados antes. De manera tal, la Facunda es también ese texto, además de una mujer-iguana (es ella la que "enreda", "enmaraña", "enrosca", "hace trenza" con los personajes, tanto como el texto con los materiales linguísticos). Y lo es por partida doble, dada la resonancia semántica del nombre del personaje, fundado sobre la idea de lo locuaz, como lo es el discurso que lo narra.