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La última infancia

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"La última infancia comienza con un ataque cibernético que encripta 'en cuestión de segundos toda la información de la compañía, histórica y actual'. A partir de ahí, se inicia un viaje para desencriptar, descifrar y exhumar los recuerdos que Luis, el protagonista, no sabía que tenía; un viaje, no para saber, sino para fundar una infancia; para construir, acaso por primera vez, lo histórico y lo actual. ¿Qué es la infancia sino eso que vuelve, eso que insiste, eso que irrumpe cuando menos se lo espera? Se dice primera infancia a los primeros años de vida, pero ¿cuándo acontece la última infancia?

Ficción dentro de otra ficción, viaje dentro de otro viaje, La última infancia, de Lucas Regolo, construye un narrador que intenta situar esa, la última infancia —¿la última?—, para dar paso a la pregunta acerca de la paternidad. Acaso la suya, aunque también, y sobre todo, la de su padre suicida. '¿Qué sentido tenía reversionar una historia con final abrupto?', se pregunta. No ser el mismo padre que su padre —un padre es un padre proveedor—, pero tampoco ser lo contrario; de eso se trata para el narrador: de salir del espejo de su padre, de hacer de la paternidad una construcción y no un destino. Escribir un padre por fin en tiempo pasado, no para olvidar, sino para dejar de recordar siempre lo mismo. Escribir un padre y 'refundar una niñez' para, quizás, dejar de ser solamente 'el hijo de un suicida'. Animarse a imaginar, por primera vez, 'la secuencia continua' de ese día fatídico, y así ponerle 'punto final'. Entre el viaje del padre 'donde sólo había una certeza' y el viaje del hijo 'en la incertidumbre absoluta de la escritura', se escribe La última infancia que hace mientras narra, que construye mientras dice, que recuerda mientras olvida, que derriba mientras funda" (Alexandra Kohan).