«Noventa y tres», es una obra maestra de Victor Hugo que retrata la tumultuosa época de la Revolución Francesa y sus profundas implicancias. La novela se sitúa en el corazón tempestuoso del año 1793, cuando la Revolución Francesa devora a sus propios hijos y la guerra civil se encona entre republicanos y realistas en las espesuras de la Vendée y la Bretaña. El relato abre con el desembarco nocturno del marqués de Lantenac, aristócrata implacable cuyo coraje estratégico galvaniza el levantamiento monárquico mientras la Convención asedia París. En el campo revolucionario sobresale Gauvain, joven comandante racional y valiente, heredero de la misma estirpe que combate, cuyo sentido del deber se enfrenta a la sangre que comparte con Lantenac. A su lado actúa Cimourdain, antiguo sacerdote convertido en comisario político, cuya fe religiosa se ha transmutado en devoción absoluta a la justicia republicana. Entre los tres se teje un triángulo dramático donde clemencia, lealtad e ideología chocan con violencia comparable al fragor de la artillería.
Paralelamente, la campesina Michelle Fléchard huye con sus tres hijos a través de bosques incendiados y pueblos en ruinas, otorgando a la narración una fibra humana que contrapesa la épica militar. Hugo describe asaltos a castillos, travesías fluviales y juicios sumarios con un pulso que conjuga minucia histórica y aliento lírico; cada escena interroga la tensión eterna entre ley y misericordia.
La relevancia perdurable de «Noventa y tres» radica en su examen penetrante de la violencia política y la legitimidad moral de la revolución, cuestiones que resuenan cada vez que una sociedad debate si la fuerza puede engendrar justicia. Su tema central —el conflicto entre deber impersonal y compasión individual— confiere a la obra un pathos que trasciende el marco histórico. La potencia verbal de Hugo, unida a su profundidad psicológica y su humanismo, consolida este título como clásico de la literatura francesa y como espejo de los dilemas que aún nos acechan.