¿Qué sentido tiene que un panadero haga pan solo para panaderos o un barbero que afeite solo a barberos? Lo mismo ocurre con la filosofía: los filósofos deberían escribir para todo el mundo y no solo para los iniciados. Los manuales de filosofía suelen centrarse en aquellas cuestiones de las que el filósofo se siente más orgulloso —el conocimiento, la política, la historia, la sociedad, la estética, la religión—.
Sin embargo, hay otros temas y aspectos de enorme importancia que con frecuencia se pasan por alto cuando la fábrica conceptual no consigue domeñarlos. La realidad es tozuda y se empeña en mantener también las dimensiones no pensadas o que no terminan de encajar en los esquemas con los que las pensamos y que tienen consecuencias en nuestras vidas.
De hecho, con frecuencia son los lugares más intempestivos, inoportunos, inciertos y desordenados –lugares que siguen constituyendo en gran medida Territorios por pensar– los que nos pueden dar la clave para ampliar nuestra representación del mundo y de la realidad más allá de lo canonizado por el pensamiento.