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La soldada

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Paulina Tuchschneider presta su voz a la tragicĂłmica (anti)heroĂ­na de esta novela para dar cuenta –con una franqueza pasmosa en la que se entreveran la ironĂ­a, el humor, lo escatolĂłgico y lo sĂłrdido– de su traumĂĄtico paso por el EjĂ©rcito de Israel mientras cumplĂ­a el servicio militar, obligatorio para mujeres y hombres en ese paĂ­s.

De fondo, el sordo rumor de la contienda del LĂ­bano de 2006, en la que Israel luchĂł contra HezbolĂĄ, su enemigo declarado. En primer plano, un enemigo no declarado, y por ello mĂĄs insidioso y letal, menos reconocible porque viene del bando propio. Un fuego amigo, en definitiva, que se transfigura en los desmanes de los superiores y en las tropelĂ­as de los iguales, con los consiguientes, e incesantes, ataques de ansiedad de la protagonista, exacerbados por el tedio de las rutinas, las guardias y los hedores de todo tipo: desde la transpiraciĂłn en los dormitorios hasta la fritanga durante los turnos de cocina. Pero, en medio de ese ambiente opresivo y hostil en el que la humillaciĂłn y el escarnio, en todas sus formas posibles, son moneda corriente, la peor degradaciĂłn es la falta de intimidad, y, en Ășltima instancia, la supresiĂłn de la individualidad. En La soldada, un libro irreverente, antibelicista, desprovisto de cualquier ensalzamiento patriĂłtico, se aborda la cuestiĂłn de la salud mental de aquellos sobre quienes de continuo se cierne la amenaza de una guerra inminente. Un novedoso enfoque que le ha valido a su autora los elogios de la crĂ­tica israelĂ­.