La pálida luz de la luna caía sobre los muros grises de la antigua y medio podrida casa solariega. Una ligera brisa rozaba la hierba alta y los arbustos demasiado crecidos del jardín. Por un momento, las alas oscuras resaltaron negras como el carbón contra la luz de la luna.
Unas alas que recuerdan a las correosas alas de un murciélago.
Pero la criatura que aterrizó en la hierba alta al momento siguiente era mucho más grande.
Un mono alado se agazapó entre los arbustos y enseñó sus dientes depredadores.
La luna y las estrellas se reflejaban en unos ojos negros como el carbón...
...y la muerte.