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Reglas perversas

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Una boda.

Un hijo.

Cinco años.

Diez millones de dĂłlares.

Esas son las condiciones de nuestro contrato.

Mi oferta es firme, atrevida y obligada: necesito casarme y tener un heredero para conseguir mi herencia.

Ella cree que su clĂĄusula de que no tengamos sexo evitarĂĄ que sienta su piel sobre la mĂ­a.

EstĂĄ muy equivocada.

La familia De Loughrey gobierna el mundo, y yo soy su rey. Consigo lo que quiero, y lo que quiero es a ella.

La tendré en mi cama, cueste lo que cueste.