La función de la deontología del instante, para Michel Maffesoli (1997), permite que el ser humano se reencuentre con ese otro que está atravesado por los afectos, por la sensibilidad salvaje y artificial, ese otro que lo encontramos en el mundo del Carpe Diem, que piensa al instante como lo eterno, como aquello que confronta lo ya establecido, lo extraño y desconocido, la estética del cotidiano, los no-lugares que afirman la libertad del sujeto. El amor era demasiado limpio, libro de Alexis Cuzme, invoca este concepto, muy propio de autores que acogen los desencuentros de lo cotidiano para crear personajes que viven el presente.
La historia que crea Cuzme asume el tiempo como si el mañana no existiera y sus personajes necesitasen de una certeza para asumirse como tal; la tecnología, la música, la vestimenta, la poesía, el alcohol, llegan a ser artefactos del instante eterno.
La narrativa de Alexis Cuzme radiografía al ser humano que está cansado de los proyectos a futuro; el imaginario de la felicidad, al contrario, recurre a la máxima de Kant “el progreso hacia algo mejor se encuentra en la experiencia a priori…”. Es por tal que, El amor era demasiado limpio, contempla ese mundo que no funciona, que colapsa sobre sí mismo; personajes que se edifican sobre la fragilidad de la vida, pero que asumen que la condición humana está en el constante retorno a lo mismo.