Cuando Chloe Miller recibió su carta de no admisión, la arrugó con rabia.
Oliver Miller, su mellizo, había obtenido la plaza que codiciaban los dos.
Ella estaba convencida de que el único mérito de su hermano era su entrepierna.
El patriarcado la había eliminado, y estaba dispuesta a demostrar que se equivocaban.
Lo único que necesitaba era convencer a Oliver para intercambiar sus papeles durante el máster que iban a
cursar en España, puesto que solo quedaba una plaza para un estudiante internacional, e iba a ser suya a
toda costa.