Al mirar atrás, me parece increíble cuánto tiempo tardé en aprender que los sermones no son algo así como intuiciones espontáneas, sino una materia que debe trabajarse, y tardé incluso más tiempo en descubrir cómo hacerlo.
Creo que mis descubrimientos en esta línea no son muy impactantes, ni espero que sean novedosos en ningún sentido. Me da la sensación de que, si el sábado por la tarde hay personas que observan angustiadísimas sus Biblias, aguardando que salten de las páginas las áureas palabras del mensaje, tengo buenas noticias para ellas. ¡No te quedes ahí parado, mirando! ¡Hay trabajo por hacer, y existe una manera concreta de llevarlo a cabo!