Manuel Benítez comparte en Ascua de luna sus pulsiones temáticas universales, con el colorido visual que le otorga su doble vocación: la del pintor y la del escritor. Su lenguaje –tal como en su prosa y en sus lienzos– es plástico, vitalista y profundamente metafórico. El poemario es, en efecto, un ascua que nos quema y nos consume como los cirios hacen lo propio con el oxígeno.