Esta obra analiza tres experiencias centradas en el uso de diferentes recursos artísticos (dibujo, música y creación literaria) para aproximarse a la Convención de los Derechos del Niño y ayudar a los escolares a empoderarse como sujetos de derecho. Por otra parte, la obra ofrece una novedosa reflexión sobre la naturaleza de la educación, una tarea que supone un pacto disimétrico entre educandos y educadores, una tensión enormemente productiva. A lo largo de la obra se refiere la educación como un desafío que implica una aparente contradicción entre la necesidad de proteger, ayudar, cuidar, atender y enseñar a los niños y niñas y, por otra parte, la necesidad de no limitarlos, considerarlos "menos humanos" o todavía incapaces, pedirles pasividad o que esperen hasta la edad adulta. Para los autores es importante pensar que la educación debe reconocer la fragilidad y las necesidades de niños y niñas sin por ello menoscabar su derecho a tener opinión, a expresarla libremente, a ser responsables y a participar.