La edad global ha comportado el desplazamiento del poder mundial desde el Atlántico oriental hacia el oeste en Norteamérica y luego hasta el Pacífico occidental. Primero, los ibéricos establecieron la red intercontinental, luego Gran Bretaña impuso su voluntad en los siglos xviii y xix; el ordenamiento mundial del siglo siguiente se movió al occidente y fue estadounidense. El eje eurocéntrico fue reemplazado por los designios del Nuevo Mundo. En el cambio del milenio, al oeste del continente americano, en Asia, comenzó a perfilarse el epicentro de las decisiones planetarias. Sin entrar a considerar aún su idoneidad, el hecho es que la política internacional sigue determinada por los caprichos e intereses de los poderes mayores en flujo constante.
Cuando bien entrado el siglo xxi los analistas del sistema internacional quieran periodizar la centuria hallarán en los acontecimientos del año 2001 un hito clave. Eric Hobsbawm (1996), un historiador insigne de los grandes cambios mundiales de los últimos 300 años, calificó de "corto" al siglo xx -que comenzó tardío en 1914 y concluyó temprano en 1991 con la disolución soviética.
Dadas las repercusiones estratégicas sobre la hegemonía estadounidense, los acontecimientos del segundo año del nuevo milenio ocasionaron un movimiento geopolítico de carácter tectónico, que obliga a revisar el corte cronológico del historiador inglés.