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Meditación espiritual e imaginación poética : Estudios sobre Ignacio de Loyola y Francisco de Quevedo

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Con los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola, que tomaron su forma final en el año 1548, la meditación espiritual trasciende por primera vez en su historia las instituciones clericales y empieza a influir en varios ámbitos de la vida cultural. Los jesuitas renuncian al lugar cerrado del monasterio. En consecuencia, los Ejercicios ignacianos se fueron difundiendo mediante las múltiples actividades seculares del orden en las esferas religiosas, políticas, sociales y estéticas, en los albores de la modernidad. Sus huellas se encuentran tanto en la cultura popular como también en la ética y las normas de las élites cortesanas.

Este proceso de divulgación y secularización de la meditación espiritual se debe, sobre todo, a la capacidad de síntesis que caracteriza los Ejercicios ignacianos. Sus técnicas autosugestivas armonizan los aspectos contradictorios de la subjetividad barroca, vinculando sus elementos seculares y espirituales de manera sumamente eficaz. Los Ejercicios espirituales tuvieron gran influencia en la estética barroca, cuya meta consiste en la estimulación de los afectos y que puede entenderse no solo como programa estético, sino también como arte de vida. Esta doble función se manifiesta en las obras religiosas y seculares de Francisco de Quevedo, representadas por los poemarios Un Heráclito cristiano y Canta sola a Lisi vinculación que este libro analiza de manera magistral.