Mientras que las ideas del feminismo se transforman en fuerza material en las calles y en las asambleas, en lugares de trabajo e institutos, importantes debates estratégicos cruzan el movimiento: ¿cuál es la relación entre la opresión de las mujeres y el capitalismo?; ¿es posible un feminismo para la mayoría de las mujeres que no sea a la vez antirracista y anticapitalista?; ¿cuáles son las alianzas sociales que tenemos que tejer con esos objetivos?
A lo largo de la historia, el capitalismo ha mostrado una enorme capacidad para intentar asimilar los movimientos sociales y domesticarlos, transformarlos en nuevos "nichos" para el consumo. Por eso es importante visibilizar las políticas del feminismo liberal: mientras algunas mujeres como Ana Botín del Banco Santander están al frente de grandes empresas multinacionales, hay millones que se enfrentan cada día a la precariedad laboral, los recortes, el racismo y la xenofobia. La cuestión de clase atraviesa el género y delimita trincheras enfrentadas.
Pero también se vislumbra otra tendencia en pleno desarrollo: la vinculación a una lucha de clases más general. Las mujeres trabajadoras y campesinas han estado a la vanguardia de grandes revoluciones y luchas sociales. Ahora, en los primeros años del siglo XXI, con una feminización del mundo laboral como nunca se había dado, la clase trabajadora tiene rostro de mujer y el movimiento de mujeres puede estar anunciando una recuperación más general de la lucha de clases contra el capitalismo patriarcal y racista. Esa es la hipótesis de este libro, y también nuestra esperanza.