Christensen juega con la materia misma con la que estĂĄ construido el mundo: las letras, y su misterioso orden. Con ese magma informe y primigenio, recrea el mundo y su destrucciĂłn. Verso a verso, letra a letra, va moldeando cada una de las cosas que lo pueblan âel amor, la infancia, la vejez, el olvido, el odio, la muerte, la memoriaâ hasta que el ĂĄrbol de las palabras, el ĂĄrbol de la vida, surge, hermoso e indemne, ante nosotros.