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¡Ay, Dios mío! ¿El crimen de Cuenca?

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Y así me propongo contar lo que ocurrió, pero diciendo verdad y llamando a reconocer que todo lo que aquí acontece fue recogido por la Justicia en sus anaqueles. Y los propios textos de fray Luis de León fueron testigos de cuanto aconteció, que fueron sus tierras la madre de todos los hechos, y sus letras, consuelo de la mente obtusa que, con denodado empeño, consiguió su objetivo haciendo suya la Justicia, y de sus formas, un tormento.

Y diciendo, primero, que no hubo ni ciego ni truhan que contara los hechos por las tierras de Castilla, ni de la vecina Valencia, sino silencios cómplices y murmullos hirientes, lenguas lenguaraces y mentes pobladas de resentimiento. [...]

¡Ay copón, la de entuertos que tengo que tratar!