Una historia trepidante sobre el tráfico ilegal de animales
¿Quién era y de dónde había salido El Cazador? Aquella era una pregunta que durante años se habían hecho la mayoría de los furtivos del continente africano, sin que jamás se consiguiera encontrar una respuesta razonable. Para muchos, El Cazador era más bien parte de una leyenda que un ser de carne y hueso que cumplía siempre su amenaza de cortar la mano derecha a todo el que matara a un animal protegido, o ejecutaba más tarde sin apelación a quien, a pesar de encontrarse mutilado, reincidiera en sus actos. De Angola a Camerún o de Ruanda a Nigeria, la leyenda de El Cazador se había ido extendiendo como una mancha de aceite, o quizá como una absurda mentira, porque resultaba de todo punto inconcebible que pudiera existir un ser omnipresente capaz de castigar en la misma semana a los buscadores de marfil de Uganda, a los cazadores de rinocerontes dela República Centroafricana o a los coleccionistas de trofeos mozambiqueños...