Al ver truncada su carrera política a principios de la década de los noventa, Carlos Enrique Cavelier le dio un vuelco total a su vida al tomar las riendas de la empresa familiar, La Alquería, fundada por su padre en la década de los cincuenta. Antropólogo y sociólogo, con posgrado en administración pública, se dedicó a actualizar los procesos de innovación, producción, empaque, distribución y mercadeo de uno de los productos básicos de la canasta familiar colombiana, la leche, en un sector caracterizado por la competencia intensa, los procesos informales y hasta las trampas. Con la ayuda de un equipo de trabajo comprometido, empresarios extranjeros, mucha 'serendipia' y, sobre todo, una gran dedicación y cariño, Carlos Enrique logró convertir una pequeña fábrica en el municipio de Cajicá en una red de plantas con sede en seis ciudades y de pasar de 400 a más de 4.500 colaboradores, consolidando a Alquería como la primera procesadora de leche líquida en Colombia. Esta crónica fresca, llena de referencias y a la vez profunda es la visión de un humanista convertido en empresario sobre el rol del sector privado en la sociedad y el aporte que todos podemos hacer para crear un país de gente educada, sin hambre, sana y, sobre todo, capaz de soñar.