Este libro aborda el carácter ejemplar del vínculo entre Miguel de Unamuno y su maestro Marcelino Menéndez Pelayo como caso testigo de las contiendas críticas sobre las formas de apropiación del pasado cultural de España en el contexto del fin del siglo XIX. En él se enmarca la tensión entre ambos autores dentro del planteo foucaultiano explicitado en Las palabras y las cosas, según el cual, para ese momento, el modelo biológico-evolucionista heredado de la historia natural, con sus cuadrículas clasificatorias y taxonomías descriptivas, deja paso a la complejidad de disciplinas modernas que ya no responden al mismo concepto de historicidad. Ya no se tratará de dar cuenta “documental” del pasado de los clásicos, sino de dotarlos de una significación vital, filosófica, motivadora de la regeneración de su presente. Se da entonces un viraje evidente desde cierta mirada crítica sobre la superficie de la historia literaria, hacia una mirada “intrahistórica” de la simbología profunda de la literatura (del Quijote, de los místicos, de Calderón). Es en este aspecto que la relación entre ambos autores permite dar un salto cualitativo para entender ciertas obligaciones que los excedieron por mucho, y que signaron un conflicto recurrente entre dos formas antagónicas de lectura en el marco europeo de entre siglos.