«Novela simple y concentrada, a un tiempo llena de secreta piedad e inflexible y rigurosa. Es admirable que con un tema como el de la "nada" hayas podido escribir un libro tan vivo y tierno».
(Carta de Octavio Paz a Josefina Vicens)
En 1958 hizo su aparición en el panorama literario mexicano una escritora distinta a todas las demás: Josefina Vicens. Y lo hizo con El libro vacío, una obra maestra justamente comparada con La novela luminosa de Mario Levrero que no es solo una narración sobre la metafísica de la escritura, sino también sobre los deseos y las limitaciones de un hombre cualquiera. Tras casi un cuarto de siglo de silencio, Vicens publicó en 1982 Los años falsos, un texto hipnótico que cuenta cómo un hombre se forma a partir de los dogmas, las costumbres y las recurrencias en el núcleo de una familia y su entorno social. Con esta novela se cerró un díptico intrigante, una obra sustentada en la mesura y la introspección que le ha valido a su autora un lugar de preeminencia en la literatura en español del siglo XX. Este volumen reúne las dos únicas novelas de Vicens, obras que bastaron para que su autora lograra la inmortalidad y para que su obra se confirmara como una de las joyas secretas de la narrativa mexicana.
«Es posible leer Los años falsos y El libro vacío como relatos íntimos, más bien reacios a dimensiones mayores, pero ese énfasis sería injusto, pues en los bellos libros de Josefina Vicens la intimidad es una condena, el último y obligatorio refugio ante un espacio hecho pedazos. Los personajes quisieran integrarse al mundo, pero el único modo que tienen de hacerlo es reconociendo su soledad radical, su subterránea y definitiva locura».
—Alejandro Zambra
«En el caso de Vicens, sus palabras conducen a un lugar propio —por donde quieren, por donde pueden—, personalísimo, intransitado, que la han convertido en la autora de culto que ahora es no por su voz íntima, sino por el gran rumor que genera su obra».
—Sara Mesa
«Josefina Vicens da la impresión de una gran cautela. Cortés hasta la médula, prudente en sus juicios, cuidadosa en su trato con los demás, escrupulosa para ser más exactos; alerta en sus juicios para no herir a nadie, nadie podría ver la fiereza que puede hallarse en su prosa, en su entereza para afrontar cualquier acontecimiento. Su impulso vital es inagotable; es el de una mujer que ha trabajado sin descanso durante más de cincuenta años y se ha hecho querer por cuantos la rodean».
—Elena Poniatowska