Otra manera de pensar «el tiempo perdido», contra los nuevos melancólicos que piensan que pueden recuperar el objeto perdido y volver a una Edad Dorada que no ha existido y no existirå nunca.
Habitamos un tiempo crepuscular: crisis econĂłmicas, guerras, pandemias, malestar cultural... Asistimos al auge de discursos polĂticos asentados sobre la melancolĂa y la nostalgia de un pasado que fue mejor, incapaces de efectuar una interpretaciĂłn con sentido del propio presente. Un futuro cancelado y un pasado que echamos de menos. En todos ellos se observa un repliegue de impotencia reaccionaria, agravio y resentimiento. Y, por encima de todo, una necesidad punzante: volver a casa.
Hoy, se da una respuesta melancĂłlica a ese malestar que recorre la derecha y la izquierda. En El tiempo perdido, con la ayuda de Proust y algunos filĂłsofos y filĂłsofas, Clara Ramas nos propone una salida diferente. El melancĂłlico se aferra al objeto amado y quiere volver a una Edad Dorada âla patria, el orden, los roles de gĂ©nero y de clase, la vida mejor de nuestros padres, la TransiciĂłn, la TradiciĂłnâ. Pero el retorno es imposible para nosotros, seres finitos, hablantes y modernos. Estamos siempre de camino, pero nunca del todo en casa. Pese a todo, quizĂĄs existe una milagrosa posibilidad de «recobrar el tiempo», pero ciertamente no serĂĄ la que prometen los nuevos melancĂłlicos y las fuerzas reaccionarias.