Este libro busca comprender cómo ha sido posible que una Iglesia que se constituyó para difundir el mensaje de Jesucristo —de amor universal y particularmente a los más pobres y vulnerables— haya caído en lo que el Evangelio considera el peor pecado: hacerles daño a los niños.
El análisis histórico detecta que el mal de la pedofilia eclesiástica se comprende como el último eslabón en un proceso de corrupción de siglos. Da cuenta del autoritarismo histórico desarrollado por la Iglesia en su conexión con los poderes temporales, que fue desnaturalizando en gran parte el mensaje evangélico de la prioridad del amor sobre la fe, abriendo paso a la Inquisición, las cruzadas, las "cazas de brujas" y el antisemitismo.
A partir del triunfo de la Ilustración y el liberalismo en Occidente, la Iglesia acentuó defensivamente sus posiciones conservadoras y el autoritarismo interno, llegando a establecer la controvertida "infalibilidad papal" y extremando el verticalismo eclesial.
Las contradicciones internas llegaron a un punto álgido, desembocando en una gigantesca crisis de vocaciones sacerdotales, el apartamiento progresivo de los laicos y en una acentuación de la corrupción económica y sexual internas. En este cuadro se produce y explica el flagelo de la pedofilia sacerdotal, así como el encubrimiento del Vaticano, las jerarquías episcopales y de las congregaciones nacionales. En este sentido, se analizan casos particularmente graves y visibles: Los Legionarios de Cristo, Estados Unidos y Chile.
El autor valora la lucha interna de miembros del clero y la feligresía para reencauzar la Iglesia y señala propuestas de cambios estructurales que le permitirían desligarse de su atávico autoritarismo contradictorio con el mensaje de fraternidad universal del Evangelio.