He estado mucho tiempo, más del que puedo recordar, metida en un cascarón. Suena irónico decir eso con mi edad, lo sé, pero siempre he dicho que la edad de una persona se cuenta por experiencias y vivencias, no por un año, un mes, un día determinado.
Encontré mi vía de escape por casualidad.
Al principio, escribía frases que me venían a la mente, sin más. Mera inspiración. De ese comienzo hace ya unos cuatro años. Más adelante, empecé a escribir por necesidad. Sí. Necesidad. Hay momentos, personas que te rompen los esquemas de una (o mil) manera(s), haciendo que no sepas cómo reconstruirlo todo, cómo recoger todas las piezas y no perderte en el intento.
El detonante fue una (tras otra).
Prometí no secarme más lágrimas, así que, escribir todo aquello que necesitaba llorar, escupir o gritar, en cualquier papel que encontrara, fue mi salida de emergencia. Y hoy un libro.
Un libro lleno de heridas y de flores nacidas de un corazón que apenas se expone a la superficie.
Te invito a pasear por una de sus piezas.
Viaja con él.