Ămsterdam, finales de 2011. Las secuelas del colapso econĂłmico de 2008 campan por España. Los jĂłvenes han sido despojados de la vieja idea de futuro y estĂĄn sumidos en nuevas formas de precariedad. Muchos se largan a otros paĂses en busca de los sueños prometidos por el ideal europeo. Entre ellos, un traductor almeriense a punto de cumplir los 30. Sentado en el salĂłn de su casa alquilada en el centro de Ămsterdam, sigue por la tele el funeral de un dictador norcoreano y encadena un capĂtulo tras otro de Los Soprano. Lleva varios años vagando por distintos paĂses europeos, sacĂĄndose mĂĄsters y formando parte del eterno lumpen-profesorado; ha llegado a Holanda a dar clases de español en un instituto local. Gana poco, apenas habla neerlandĂ©s y estĂĄ sobrecualificado. Vive retraĂdo, se aferra a su trabajo, da paseos por la ciudad. No es capaz de imaginar ningĂșn futuro y ha perdido la nociĂłn de pertenencia, de intimidad, de lo que podrĂa significar un hogar. Sin embargo, un dĂa recibirĂĄ una visita inesperada que desencadenarĂĄ un cambio crucial en su vida. La enigmĂĄtica figura de Tajana hija de refugiados croatas que habĂan huido de las guerras balcĂĄnicas para instalarse en Ămsterdam significarĂĄ para Ă©l una nueva contraseña sentimental. Y, asimismo, personificarĂĄ el fantasma de la pesadilla Ă©tnica de las Guerras Yugoslavas, ese turbador emblema de los conflictos que amenazan continuamente el proyecto europeo. Con una prosa envolvente y prodigiosa a la hora de detectar las mĂĄs sutiles tensiones de la nueva vida social en España y el resto del continente, Europa Automatiek elabora un lĂșcido anĂĄlisis del sentido que la intimidad puede encerrar en nuestros dĂas. Pero, tambiĂ©n, de las alteraciones producidas en las esferas de lo pĂșblico y lo privado. Siempre a caballo entre la ficciĂłn y el ensayo personal, Crusat ilumina zonas insĂłlitas del pensamiento europeo para construir una novela de aventuras Ăntimas que, al mismo tiempo, hace temblar la idea que nos hemos hecho de Europa y de nuestra vida en ella.
"Un dĂa, soñé que Cristian Crusat era un cosmopolita del espĂritu y que como ensayista mostraba un incansable afĂĄn por el descubrimiento de territorios literarios inĂ©ditos. Pero es que ademĂĄs, soñé que Crusat, mĂĄs allĂĄ de sus admirados Schwob y Bolaño, habĂa escrito bellas y arriesgadas narraciones, donde sueño y vida se fundĂan con fuerza". Enrique Vila-Matas