Pocos periodos condensan más cambios que el otoño de la Edad Media. Lo que eran certezas y convicciones en las postrimerías del siglo xiv apenas si eran reseñables como tales a mediados del xv. Tan es así que entre 1320 y 1450 no hubo institución –política o religiosa–, creencia o espacio social que no estuviera sujeto a transformaciones. Entre medias, Europa vivió un cisma en el seno del catolicismo y la irrupción de herejías de amplio arraigo social, una catástrofe demográfica en forma de Peste Negra, un sinfín de revueltas sociales, una guerra dinástica de cien años y la paulatina pero inexorable desaparición del último vestigio del mundo antiguo, el Imperio bizantino. Pero, de igual forma, en su declinar medieval Europa también prosperó, con sus ciudades dinámicas, con el florecimiento de las universidades como centros de formación y disputa intelectual, con la expansión de sus horizontes geográficos y con la aparición de un arte nuevo, con centros activos en Italia y los Países Bajos. En el horizonte, se asomaba el Renacimiento, anunciando un mundo diferente para un hombre nuevo.
En este magnífico ensayo, el profesor G. Holmes relata de un modo magistral en qué consistió el periodo que identificamos con la transición de la Edad Media a la Moderna. Cada cambio social, político y religioso provocó la interacción no solo de los poderes, sino también de diferentes comunidades y formas de vida y pensamiento divergentes generando una realidad porosa. Su narrativa política única nos muestra los movimientos sociales e ideológicos de la época y la influencia de estos en los siglos que siguieron.