Para Pier Paolo Pasolini, Gaetano Carlo Chelli era, «después de Giovanni Verga y antes de Italo Svevo, el más grande narrador italiano del siglo XIX». Redescubierto por Italo Calvino, considerado por algunos el Zola italiano, es hoy recordado sobre todo por esta novela, La herencia de los Ferramonti (1883), doblemente famosa por la adaptación cinematográfica de Mauro Bolognini en 1976. En ella se describe el proceso de descomposición de una familia de la pequeña burguesía romana, cuyo cabeza de familia, un panadero que ha acumulado una fortuna, se rebela contra sus hijos tanto como ellos se rebelan contra él. Harto de sus veleidades y disipaciones, desengañado al ver que ninguno quiere seguir con el negocio del «arte blanco», el viejo Gregorio Ferramonti los aparta de su lado y disfruta del insano placer de verlos torturarse bajo la amenaza de ser desheredados. Los hijos, por su parte, también están enemistados entre sí… hasta que la mujer de uno de ellos, Irene Carelli, «una flor delicada de modestia angelical», decide poner orden en el caos: no solo consigue reconciliar a los hermanos, sino que poco a poco se va ganando la confianza y el favor del padre. Ahora bien, ¿es Irene el ángel que aparenta o más bien una sirena, una «astuta cazadora»? En el escabroso entramado que tiende entre los miembros de la familia, ¿rige el desinterés o el cálculo? Y las pasiones que desata ¿son auténticas o premeditadas? Chelli narra con maestría, sirviéndose de un nutrido coro de voces, una historia que aúna a la perfección acción y psicología y de la cual puede decirse, sin temor al tópico porque aquí es verdad, que tiene un ritmo trepidante.