Cuando nacemos no sabemos cuál debe ser nuestra respuesta emocional a lo que nos ocurre: es algo que aprendemos de nuestros padres y de nuestro entorno.
Esas emociones heredadas fueron, durante mucho tiempo, las propias de una especie amenazada que luchaba por la supervivencia, por lo que la obediencia a la autoridad (paterna, religiosa, institucional) estaba por encima de todo, también de uno mismo. Por suerte, en las sociedades del bienestar de las últimas décadas esa necesidad de preservación ha desaparecido y, al fin, nos es posible expresar la vulnerabilidad, y conectar con las propias emociones y con las de los demás. Desarrollar la empatía, que nos hace más frágiles, pero que nos permitirá ser mejores.
Jessica
7/22/2024
Me encantó este libro, han sido unas horas super bien invertidas, he aprendido un montón, aunque quiero resaltar del libro 2 cosas: 1) Nos lleva a comprender que, en la medida en que conectamos con nuestras emociones y las conocemos bien, podemos conectar con la emoción del otro cuando también la experimenta. La empatia sólo existe cuando nos permitos sentir primero. 2) La estabilidad económica y los bienes materiales no son un enemigo, pues nos dan tranquilidad y nos dejan espacio para pensar en cosas más importantes. Pero eso no significa que nos debamos volver acumuladores compulsivos (ni de dinero ni de objetos). "Los valores emancipadores" entonces nos llevan a vivir lo que sentimos y sanar las emociones destructivas al conectar con otros, de este modo recibimos comprensión y damos comprensión, es decir que dejamos el egoísmo y pensamos en una sociedad completa. Justo por eso no cabe la avaricia bajo esta óptica. 💜
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