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La letra escarlata

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UNA multitud de hombres barbudos, vestidos con trajes obscuros y sombreros de copa alta, casi puntiaguda, de color gris, mezclados con mujeres unas con caperuzas y otras con la cabeza descubierta, se hallaba congregada frente ĂĄ un edificio de madera cuya pesada puerta de roble estaba tachonada con puntas de hierro.

Los fundadores de una nueva colonia, cualesquiera que hayan sido los ensueños utĂłpicos de virtud y felicidad que presidieran ĂĄ su proyecto, han considerado siempre, entre las cosas mĂĄs necesarias, dedicar ĂĄ un cementerio una parte del terreno virgen, y otra parte ĂĄ la erecciĂłn de una cĂĄrcel. De acuerdo con este principio, puede darse por sentado que los fundadores de Boston edificaron la primera cĂĄrcel en las cercanĂ­as de Cornhill, asĂ­ como trazaron el primer cementerio en el lugar que despuĂ©s llegĂł ĂĄ ser el nĂșcleo de todos los sepulcros aglomerados en el antiguo campo santo de la Capilla del Rey. Es lo cierto que quince Ăł veinte años despuĂ©s de fundada la poblaciĂłn, ya la cĂĄrcel, que era de madera, presentaba todas las señales exteriores de haber pasado algunos inviernos por ella, lo que le daba un aspecto mĂĄs sombrĂ­o que el que de suyo tenĂ­a.